Capítulo 52: Caballeros
Despierta al vuelo princesa de sueños ante esta guerra de honor…
Guillaume bajó hacia el salón principal a la hora justa para el almuerzo. No le sorprendió ver que había mucho movimiento, después de todo la llegada de un gran señor como él no podía pasar desapercibida. Le hizo unas cuantas preguntas a Pons y este respondió que también estaban preparando un gran banquete y una fiesta para la noche en la que todo Cabaret estaría invitado, el almuerzo sería más bien privado. Aunque Guillaume no esperaba gran cosa, la llegada de Trencavel no había sido anunciada, aunque estaban haciendo lo mejor posible para darle la bienvenida al señor de media Occitania. La parte difícil para Guillaume sería esa, presentarse ante ese tipo como si nada, haciendo de lado las diferencias. Iba a usar el máximo de hipocresía, aunque la verdad dudaba no aguantar ni un instante para molestarlo como en los viejos tiempos.
Al fin llegó al salón y lo vio sentado al lado de Peyre Roger. No lo veía desde hace tanto tiempo que casi no lo reconoció, pero supo por sus ropas que sólo podía ser él. Claro, ya no era el mocoso que solía molestar hasta hacer llorar de rabia en la adolescencia, era todo un caballero dueño de grandes tierras. Y dueño de una gran estupidez también por atreverse a desafiarlo y a ir contra los intereses de la corte. Ganas de golpearlo no le faltaban, pero había prometido a Guillenma que se iba a comportar. Cuando al fin se dieron cuenta de su presencia el joven vizconde lo miró de frente y sus miradas se encontraron en un instante que parecía eterno.
Era como si se estuvieran retando con la mirada, ambos entendieron en ese momento que serían capaces de matar el uno al otro si no hubiera nadie presente. No había nada de respeto en sus miradas, no había más que un resentimiento antiguo que se había transformado en algo peor con los años gracias a los últimos acontecimientos. Guillaume se sorprendió al principio de eso, el Trencavel que recordaba era un muchacho idiota que no hacía más que llevarle las quejas a su padre y nunca le hacía frente. Este Trencavel era más osado, más atrevido y firme. Y el vizconde miró al caballero con algo de sorpresa al principio. La última vez que lo vio aún era un joven, ahora lucía como todo un guerrero, se veía fuerte y atrevido. Pero por nada del mundo se iba a dejar intimidar por él, ahora era un señor de grandes tierras y un tipo como Guillaume de Saissac no iba a humillarlo. Ni pensar que ese tipo le había arrebatado lo que más amaba. El sólo pensar en aquello le dio tanta rabia que apretó los puños con fuerza. Sintió que perdía la noción de todo, quería matar a ese infeliz por lo que se había atrevido a hacer.
- Pero miren quien ha llegado – dijo Peyre Roger poniéndose de pie – no fue difícil para él darse cuenta de la tensión entre ambos, tenía que hacer algo para solucionarlo. Aunque el vizconde Trencavel le había explicado que estaba ahí para hablar sobre lo sucedido con Jourdain y ver como había estado Cabaret durante su larga ausencia de cinco años; Peyre estaba seguro que habían otras razones más poderosas. Una de ellas sin duda se relacionaba con el Grial, y la otra con la dama del Grial. El vizconde era su señor feudal, le debía fidelidad y respeto… pero Guillaume era su gran maestre, las cosas estaban divididas. Como sea, intentaría llevar todo con la mayor calma posible y evitar alguna disputa entre ambos señores – mi señor, tengo el agrado de presentarle a…
- Guillaume se Saissac – interrumpió Trencavel mirando
fijamente al caballero, aún ambos lucían muy serios – no tienes que presentármelo Peyre, lo conozco bien.
- Claro, como olvidar a Raimón Roger Trencavel, vizconde Albi, Béziers y Carcasona – contestó en igual tono.
- Que alegría que se conozcan, algo me habían comentado – dijo Peyre Roger. Rayos, si no hacía algo pronto esos dos se iban a matar.
- Pero qué falta de respeto es esta, Trencavel? Estás seguro que te instruyó mi padre? No nos hemos saludado como se debe – le dijo Guillaume y se inclinó ligeramente ante él esperando que el otro hiciera lo mismo. El vizconde hizo un gesto de desagrado e imitó el gesto – es honor tenerte aquí.
- Es una sorpresa verte aquí… creí que ya estabas en Saissac.
- Claro, me encantaría regresar. Pero aún se está recuperando del incendio… como comprenderás. Lo cual es bastante irónico, no? Quien quiera que haya hecho aquello esperaba mi desgracia, pero sólo me ha traído la más grande felicidad de toda mi vida.
- A qué os referís exactamente? – preguntó intentando de sonreír y que no notara su nerviosismo. Ahora tenía claro que de alguna manera Guillaume se había enterado que él fue el causante del incendio, sino jamás le hubiera lanzado esa indirecta.
- Oh! Creí que ya media Occitania lo sabía, ese pillo de Peyre Vidal se ha encargado de difundir la noticia. Me he unido en juramento de amor cortés con la dama más hermosa de este mundo, Bruna de Béziers – Guilaume tuvo la intención de que esa manera Trencavel sepa que como Gran Maestre había logrado el máximo objetivo que era ser caballero de la dama del Grial. Aunque la reacción de Trencavel lo sorprendió demasiado. Abrió los ojos de manera casi exorbitante, apretó los puños y sintió una extrañan sensación que le decía que ese hombre se iba a lanzar sobre él en cualquier momento. De pronto hicieron su aparición en la sala Orbia de Pennautier y Guillenma de Barvaira acompañadas de sus doncellas, detrás de ellas también iban Luc y Arnald.
- Pero que increíble sorpresa – dijo Orbia sonriente – mi señor Trencavel, hace tanto tiempo que no nos hace el honor de una visita… su presencia aquí llena de alegría los corazones de todos – se acercó y lo saludó con una venia. Peyre Roger agradeció de inmediato la presencia de las dos damas, sólo eso bastó para que los ánimos entre ambos caballero se apaciguara.
- El honor es para mi, señora – le dijo Trencavel. Ahora que Guillaume lo miraba parecía que era el tipo que todos describían y amaban en Occitania. Amable, sonriente, galante; todo un caballero amante de la finn’ amor. Saludó a ambas damas con besos en la mano y las llenó de halagos antes de tomar asiento. Aunque claro, fue imposible no darse cuenta de la señora del castillo.
- Dónde está la hermosa Bruna de Béziers? – preguntó Trencavel cuando estuvieron acomodados para el almuerzo. Hubo un silencio quizá un poco incómodo, las damas y Peyre intercambiaron miradas y luego miraron a Guillaume. La verdad es que este no tenía buena cara, el caballero había descubierto de pronto que no le agradaba que Trencavel mencione siquiera a su amada. Dio gracias de que ella no estuviera ahí, porque quizá no hubiera resistido ver como la llenaba de halagos y tomaba su mano para besarla. Aunque él también se hizo la misma pregunta. Dónde estaba Bruna?
- Oh cierto!! – dijo Luc – mi prima se sintió mal de pronto. Le dieron unos mareos y casi se desmaya. Las doncellas la arroparon y creímos que era mejor que no bajara hasta la cena.
- Pobre Bruna! – exclamó Guillenma – pasaré luego del almuerzo para ver como está, sería una lástima que no estuviera presente en la fiesta de hoy.
Nadie hizo más comentarios sobre Bruna, se dedicaron a comer y a hacerle algunas cuantas preguntas a Trencavel sobre Carcasona y otros asuntos del vizcondado. Aunque Guillaume estaba muy preocupado por lo que acababa de escuchar, sin dudas iría corriendo a ver a su amada cuando termine el almuerzo. Temió que quizá lo que habían hecho en su encuentro privado haya tenido un efecto en ella, eso lo hizo sentirse un poco culpable. Correría a verla y se quedaría a cuidarla toda la tarde mientras descansaba, así de paso evitaba a Trencavel.
- Y dime Guillaume – dijo el vizconde – sigues siendo tan bueno como antes con tu puntería con el arco y la flecha?
- Por supuesto – contestó este relajado – mejor aún, los años han hecho perfeccionar mi técnica.
- Que sorpresa! – dijo Orbia – en Occitania todos saben que el mejor arquero es el vizconde Trencavel, pero no teníamos idea de sus habilidades Guillaume. Qué tal una competencia entre ambos? Será fascinante ver eso.
- Desde luego señora – contestó el joven – siempre y cuando usted esté presente.
- No me perdería algo así por nada del mundo.
- No deberías organizar ese tipo de competencias Raimón – le dijo Guillaume – es obvio que voy a humillarte. Qué va a pensar la gente de Cabaret cuando vea a su encantador vizconde derrotado? Eso no sería nada conveniente – Trencavel sonrió para disimular y hacer pasar todo eso como una broma, pero por dentro ardía de rabia al ver aquella sonrisa y escuchar ese tono burlón que Guillaume usaba con él, como hace años. La risa de Peyre Roger fue lo único que hizo que no respondiera, después de todo eso era una ofensa. Aquello pasó a ser una broma sin la mayor relevancia, felizmente.
- Igualmente creo que será interesante – agregó Guillenma, ahí estaremos señores, no lo duden.
- Entonces sólo queda decidir el día y la hora – le dijo el vizconde – verás Guillaume, yo también he mejorado mucho. Veremos quien se queda con el título del mejor arquero de Occitania.
- Bien, supongo que es una buena idea – contestó este – en Francia me conocen como el mejor arquero, puedo seguir acumulando premios – aunque Guillaume lo decía muy en serio, esto fue tomado una vez más como una broma y al caballero no le quedó otra que sumarse a las risas.
Estuvieron en la mesa un rato más, conversando de todo un poco y Guillaume trataba de no intervenir mucho. La verdad es que quería irse de ahí de una buena vez, pero el primero en retirarse debía de ser Trencavel según los protocolos. Así que iba a esperar un rato más, moría por ir a ver a Bruna. Al fin el vizconde dijo que se iba a retirar para descansar y estar bien dispuesto para la fiesta. Peyre Roger se fue casi de inmediato seguido por Orbia, Luc se fue por su lado con Arnald y él se quedó solo en la mesa con Guillenma. Por alguna razón estaba seguro que esta quería decirle algo, así que decidió escucharla antes de ir a ver a Bruna.
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Bruna no había querido bajar al almuerzo por nada del mundo. La reacción que tuvo cuando Luc le dijo que el vizconde estaba ahí no fue nada exagerada, fue simplemente natural. Si es que se podía llamar natural a los mareos y el casi desmayo que le provocó la noticia. Felizmente su primo no se dio cuenta de nada o mejor dicho, no lo relacionó con la realidad. Con decirle que se había sentido un poco mal desde hace unos días bastó para convencerlo y despedirlo. Ahora a solas con Mireille no pudo evitar sentirse nerviosa sin saber que hacer. Él estaba ahí, no podía quedarse callada y tenía que hacer algo.
Fue entonces que decidió esperar a que el almuerzo acabara para salir de sus habitaciones e ir a buscar a Guillaume. Sabía que iba a ser difícil, pero tenía que contarle todo antes que haya un malentendido. Quizá él se molestara, pero era mejor eso a que se entere mediante un escándalo. En el fondo confiaba en que su amado la iba a comprender, que él sabría escucharla y la iba a apoyar en todo a partir de entonces. Envió a Valentine para que le avise cuando el almuerzo acabara para salir a solas y a escondidas hacia las habitaciones de Guillaume. Nadie debía verla, eso era un poco impropio de todas maneras. Cuando Valentine le dijo que el vizconde se había retirado ya, ella salió inmediatamente para el lado del castillo donde Guillaume estaba instalado.
Caminó sigilosamente y con cuidado, todavía no entendía como era que aún no se había quebrado al saber de la presencia del vizconde. Quizá se había hecho demasiado fuerte para llorar ya, o quizá Guillaume había ya consumido todas sus lágrimas. Tocó la puerta varias veces y al no recibir respuesta entendió que no estaba. Iba a demorar en llegar de seguro, mejor iría a su habitación y lo mandaría a llamar desde ahí. Era mejor así, a solas en su habitación se sentiría más segura para hablar acerca del tema. Cuando salió por el pasillo miró a ambos lados y agradeció al cielo que no hubiera nadie por ahí. Pasó cerca de la escalera que daba a la planta baja, en el cruce que daba a los diferentes pasillos que conducían a las diferentes habitaciones. Nadie la había visto, aparentemente.
Aparentemente, porque le pareció escuchar unos pasos que venían del otro pasillo… del pasillo donde estaba la habitación donde se había instalado Trencavel. Apretó el paso un poco nerviosa, quizá él estaba ahí pero al menos no la había visto.
- Bruna… - escuchó decir de pronto detrás de ella y simplemente se quedó paralizada. El corazón del joven caballero también se paralizó cuando la vio en ese cruce de pasillos. En su pecho el corazón latía tan acelerado que pensó se le iba a salir del pecho. Sus sentimientos lo nublaron y no consiguió pensar en nada más que seguirla y tenerla entre sus brazos. Corrió detrás de ella como un loco, ella también empezó a correr para alejarse… pero él fue más rápido – Bruna… por favor… - dijo despacio mientras la tomaba por los brazos y esta se quedaba quieta.
Al fin… al fin después de tantos años la tenía al frente. Estaba tan hermosa por dios! Más de lo que recordaba… tan linda, tan bella… su amor, su Bruna, su todo… qué ansias de besarla! Qué ansias de envolverla en sus brazos y no soltarla nunca! No notó que ella lo miraba con miedo e intentaba alejarse, su cuerpo temblaba de nervios, la chica luchaba por apartar su mirada pero le era casi imposible.
- Bruna, amor mío… por favor… - casi olvidándose de toda caballerosidad y respeto a la finn’ amor la arrinconó contra la pared y buscó sus labios desesperadamente. Pero antes siquiera de que llegara a rozarlos ella lo empujó bruscamente y le dio tremenda bofetada que sonó fuerte en todo el pasillo.
- No me digas amor mío!! – gritó con la voz cargada de rabia. Sólo entonces Trencavel se dio cuenta, sus ojos estaban cubiertos de lágrimas y toda ella estaba temblando – no te atrevas a tocarme, no te atrevas a besarme!! No eres más mi caballero… yo no soy más vuestra dama!! – aquellas palabras terminaron por hacer añicos en corazón del joven Trencavel. Ver a la dama de su corazón así, hablándole con tanto rencor y rechazándolo fue un duro golpe para él.
Pero de pronto el ruido de un metal chocando con el piso los alertó. Ambos volvieron la mirada y a la entrada del pasillo estaba Guillaume se Saissac, completamente pasmado por lo que acababa de escuchar. Como no lo entendió antes… el vizconde… Raimón Roger Trencavel, su enemigo… él era “Ojos de Fuego”. Ese hombre era el caballero que abandonó a Bruna!!
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MUAJAJAJA
#fuertesrevelaciones
y si no lo saben... ahora ya lo saben!
si sólo quieren participar como observadoras y comentando todo también =) hay secciones diferentes donde pueden divertirse, la idea es pasarla bien y crear una historia entre todas!
