SUEÑOS DORADOS Y ESMERALDAS, Cap. 11 y 12

« Older   Newer »
  Share  
la_unica_sra_d_sparrow
icon13  view post Posted on 4/6/2014, 05:37





Cap. 11

Terry salió corriendo en busca de un coche. Pero...¿a dónde ir? ¿Hacia dónde habría ido Candy?

Pensó en volver a la mansión Winchester. Era seguro que iría hacia allí. Tenía que irse a despedir de Albert. Quizás Annie, Patty y Archie estaría ahora con ella.

"Candy...¿qué fue lo que Victoria te dijo? Estoy seguro que esa mujer te dijo algo malo. Tengo que hablar contigo. No podemos separarnos, justo ahora que ya somos uno del otro...que nos hemos amado tanto, como siempre quisimos...¡no es justo, Dios! ¡No me la quites ahora que he vuelto a encontrarla!"

Candy iba en un carruaje hasta el puerto. Ya no se despediría de Annie, Patty y Archie, porque sabía que el primer lugar donde Terry la buscaría sería ahí, con ellos.

Archie, mientras tanto, estaba preocupado.

- Es tarde y ni rastro de ellos.

Albert dijo.

- No se preocupen, esos dos deben estar recuperando todo el tiempo perdido- añadió con tranquilidad.

Sin embargo, al poco rato llegó Terry solamente.

Lo anunciaron. Albert lo recibió inmediatamente.

- Terry...¿dónde dejaste a Candy?
- No puede ser...¿no está aquí?
- No...-dijo Albert.- Dime de una vez, ¿qué le pasó a Candy?- insistió tomándolo de ambas solapas del saco.
- Eso es lo que yo quiero saber también. La dejé un momento en el hotel y cuando volví ya no estaba.

Al poco rato llegó una nota para Albert.

- Es Candy quien la envió:

Terry pidió que la leyeran. Ésta decía:

"Albert...lamento mucho no poder despedirme de ti como quisiera. Las cosas no salieron como yo esperaba y tengo que marcharme de urgencia a América. En el hospital Saint Joseph, adscrito al Santa Juana de Chicago, hay muchos heridos. Despídeme de Annie, Patty y Archie. Cuando pueda, te buscaré en África...quiero conocer ese lugar.

Me voy con el corazón triste por la pérdida de él...de Terry. El tiempo sólo me ha revelado que ya no tiene caso intentarlo. Sin embargo, me voy con la experiencia más hermosa de mi vida. Mi ser completo ha recibido el amor profundo de Terry, tal y como siempre lo soñé. Creo que más que eso ya no puedo pedirle a la vida. Si llegas a verlo, dile que lo amaré siempre pero que en ocasiones las oportunidades en la vida se presentan una sola vez...hasta pronto a todos..."

Terry se miraba triste y desolado.

Archie lo interrogó.

- Por diez mil demonios, Terry, ¿vas a decirnos qué fue lo que pasó con Candy?

Terry los miró a todos.

- Ella y yo estábamos bien...pasamos la noche juntos...hoy íbamos a volver a América...traía conmigo los dos pasajes de vuelta y...cuando llegué, Victoria estaba ahí...quién sabe cuántas tonterías debió decirle a Candy...¡Dios mío! No puedo dejar que se marche así...¡no puedo!

Archie casi quería golpearlo. Pero Albert le dijo.

- No te preocupes...está en el hospital Saint Joseph, ella es una buena enfermera. Ahora sólo tienes que ir a alcanzarla antes de que se vaya.

- Tienes razón. Iré rápido por mis cosas al hotel e iré a buscarla. Perdónenme todos...yo la amo y les juro por mi vida que no permitiré que nada ni nadie me separe de ella...-comentó con lágrimas en los ojos.

Sin embargo, Archie le replicó.

- ¡Ya deja en paz a Candy! Ella ya ha sufrido demasiado por tu culpa; se merece solamente ser feliz y tú se lo has impedido con tu maldito recuerdo. Será mejor que te alejes completamente de su vida para siempre...

Terry se enfureció.

- ¿Por qué mejor no dices que quieres verme lejos de la vida de Candy para tener oportunidad con ella?

- ¿Qué estupidez estás diciendo?
- Lo que oyes...siempre estuviste enamorado de Candy, pero ella nunca se interesó en ti.

Annie palideció.

- ¡Tú eres el estúpido, Terry Grandchester! Candy es para mí como una hermana. Yo amo a Annie. No quieras hablar idioteces por tu incapacidad de hacer feliz a Candy. Asúmelo, aristócrata pedante, tú nunca podrás darle a Candy la felicidad que ella se merece.

- Basta, Archie- replicó Albert.- Suficiente tiene Terry ahora con ésto como para que lo ataques ahora...Terry, ve por ella, anda...alcánzala.

Terry asintió con dolor y salió corriendo.

Llegó al hotel de nueva cuenta y preguntó por Candy. Le dijeron que no había regresado pero le entregaron una nota de parte del duque de Grandchester.

- No puede ser...no ahora...- pensó.
- Me pidieron- continuó el encargado- que le comunicara que era muy urgente que fuera a verlo...
- Está bien...gracias- dijo.

"No creo que Candy pueda irse hoy mismo...no puede irse hoy todavía..."

Terry tomó el primer coche que lo llevara hasta la mansión de los Grandchester.

La criada le abrió enseguida.

- Señorito Terry...gracias al cielo que está usted aquí.
- ¿Qué ocurre con mi padre?- preguntó golpeadamente.

La segunda mujer del duque se acercó.

- Vaya, hasta que te apareces. Victoria vino a decirnos que te vio en el centro de la ciudad. Tu padre te llama...quizás de hoy no pase...-masculló sin miramientos.

Terry le gritó.

- ¡Cállese, vieja imbécil!
- Ya veo- aguijoneó-...el teatro evita que tus modales se refinen...eres igual de indecente que tu madre- soltó despectivamente.

- ¡Cuide su lengua de serpiente o me olvidaré que es usted una mujer!- gritoneó Terry.

La mujer estaba molesta. El doctor que lo atendía suplicó.

- Terruce...será mejor que te calles, tu padre duerme.
- Si duerme estará bien, doctor. Tiene al médico más competente de Londres a su lado, así que supongo que no me va a necesitar.- dijo, cruzándose de brazos.
- No digas eso, Terruce- siguió el médico.- Tu padre...está muy grave.

El corazón de Terry no pudo dejar de conmoverse. A pesar de todo, era su padre, estaba grave y lo había mandado llamar en sus últimos momentos.

- Pero...¿no hay esperanzas?
- No- dijo el médico.- Por eso te mandó llamar...

"Hasta el final de tu vida eres orgulloso, Richard Grandchester"- pensó Terry. Luego dijo al médico.

- ¿Puedo pasar a verlo?

El médico asintió.

-------------------------------------------------------

En tanto, Candy llegó al puerto de South Hampton, pero no partió enseguida por el dolor de su pierna. Estando ahí una señora la ayudó a llegar a la clínica y la revisaron.

Su corazón, sin embargo, necesitaba más atención que su pierna...llevaba en su interior los recuerdos más hermosos del amor de Terry, los cuales jamás se borrarían de su vida.

"Perdóname, Terry"- pensó. "Tal parece que es mejor que estemos separados...cuídate mucho, mi amor..."
La señora le dijo:
- Tu pierna no está tan mal pero necesitas reposar…
- Señora…debo volver a América cuanto antes.
Aquella matrona le respondió:
- Nada…pasarás la noche en mi casa y luego avisaremos que saldrás hacia allá mañana mismo.
- Es que…no quiero avisar…quiero llegar de sorpresa, ¿sabe? No quiero preocuparlos…
- Entiendo- repuso la mujer- bien, siendo así, será mejor que te quedes conmigo y mañana veremos, ¿quieres?
La señora, apellidada Leonard, la cuidó en su casa, le dio una buena cena y charló un rato hasta que oscureció.
- ¿Cómo te llamas, linda?
- Candy- dijo ella.
- Eres una chica de sociedad, ¿cierto?
- No…-respondió Candy- en realidad…soy enfermera pero…
- ¿Pero…?
Candy trató de no llorar. Pero lo último que había sucedido era demasiado para ella.
- Anda, Candy…si quieres, puedes contarme.
- Es que…el hombre que amo y yo…nos reencontramos…pero…él…está con otra…además, él es aristócrata y yo no puedo quedarme a su lado para no entorpecer su futuro…-soltó Candy junto con las lágrimas.
- Vamos, Candy- dijo la señora Leonard- si él te ama hará todo lo posible por evitar que se separen.
- No lo hará, creo.- añadió Candy- y si lo intenta no puedo dejar que lo consiga…le reiteraré mi no…es necesario…por su bien….
- Lo amas mucho, ¿no?
- Demasiado…-continuó la joven enfermera- precisamente por eso, no puedo permitir que mi cercanía obstruya su vida.
- Él no debería ser egoísta…-observó la señora.- Ese hombre si te amara de verdad, haría todo lo que estuviera en sus manos para quitar esos obstáculos porque tú deberías ser lo más importante para él. Tú no debes hacer sacrificios tontos…si él te quiere, arregla las cosas con ese hombre. Pero si él no te busca, mándalo lejos…esos aristócratas así se comportan generalmente…pero ya no sufras, Candy. Trata de dormir, que mañana será otro día.
- Gracias, señora- asintió Candy.
Sin embargo, para ella fue difícil dormir siquiera…la noche anterior, pasada en los brazos de Terry, experimentando el amor más dulce, puro e inmenso que hubiera vivido, aún estaba latente en su memoria. La tibieza de sus caricias, el sabor de sus besos…la fuerza de su cuerpo sometiéndola a aquel vínculo íntimo tan preciso y placentero seguía palpitando en su cuerpo y en su corazón. ¿Cómo olvidar su primera vez junto al hombre que amaba? ¿Cómo dejar de lado tan pronto la experiencia de vida de una mujer enamorada, que sólo aguardaba ese instante para ya nunca más separarse de él? Era un continuo tormento doloroso que se mezclaba con el amor más perfecto. Porque ella nuevamente se sacrificaba por él para permitirle vivir en paz…o al menos, era lo que ella ahora pensaba.
Sus ojos se cerraron pensando que era a Terry a quien tenía a su costado y abrazó la almohada llorando al recordarlo, tan deslumbrante y varonil como cuando se conocieron…
¿Y dónde estaría Terry ahora?

-------------------------------------------------------

Terry entró a la habitación de su padre. Éste parecía dormir. Pero su respiración denotaba que estaba ligeramente despierto. Terry lo llamó pero no respondió.

"Duque de Grandchester...estoy aquí, aguardando por ti. Debería estar camino a South Hampton para ir a alcanzar a la mujer de mi vida pero...estoy aquí, contigo, en tus últimos momentos. No me gusta hablar así...no sé por qué pero...no me siento a gusto así, teniendo que verte postrado en esa cama...¿por qué llegaste hasta este extremo, padre...?

La mujer del duque entró.

- Si despierta, llámame. No deberías molestarlo.
- Será mejor que se vaya por ahora. Estoy yo aquí.

El duque despertó. Terry le habló.

- Padre...

El duque miró a Terry y le tomó la mano. La esposa le dijo:

- Querido...¿necesitas algo?
- Sí- respondió el duque.- Necesito hablar...a solas con Terruce...
- Pero no estás bien...él siempre te ha dado molestias, sólo a eso ha venido...

Terry no dijo nada. Pero el duque insistió.

- Necesito...hablar a solas...con Terruce- casi suplicó.

La mujer salió lanzando al actor una mirada iracunda.

Terry no preguntó nada. El duque empezó.

- Terruce...te mandé llamar porque...quería verte...por última vez.
- Ojalá hubieras pensado así antes...-espetó Terry con un profundo dolor.
- Siempre tan propio…-susurró el duque. – Pero me siento mejor de que estés aquí ahora…
- Vine porque…me dijeron que me mandaste llamar…
- Hiciste bien…será la última vez que nos veamos.
Terry trató de contener el dolor que como hijo, experimentaba, aunque siempre había dicho odiar a su padre.

- Terruce…tengo que hablar contigo…y tiene que ser…ahora…
- No deberías esforzarte…no hemos hablado en mucho tiempo…las cosas no necesariamente tendrían que cambiar justo ahora…
- Por favor…déjame…hablar…ahora que aún puedo…
Ver así a su padre, terminando de esa forma, no era nada agradable. Terry sentía la pérdida inmediata de Candy mezclada con la de esta pérdida también inminente y su corazón parecía quererse romper en mil pedazos.
- Bien…te escucho- comenzó duramente.
El duque trató de empezar a hablar.
- Siempre pensé...que hacía lo que te convenía más...

Terry estaba dolido.

- Y por eso me prohibiste ver a mi madre...y por eso me enviaste de interno a ese maldito colegio. Y por eso no me escuchaste cuando te supliqué que ayudaras a mi chica cuando lo necesité...¿cómo se siente, duque de Grandchester, después de haberse esforzado tanto por hacer tan infeliz a su hijo? Creo que si querías hacer eso muy bien, lo conseguiste...por eso, aprovecho ahora para devolverte el apellido que me diste…no lo necesito…no me ha hecho más que desdichado. Seguro eso te hará sentir mejor, ¿no?- dijo hiriente.

El duque entrecerró los ojos. No dijo ni una sola palabra para defenderse ni replicar ante los reproches del hijo de Eleonor Baker.

Terry bajó los ojos un instante.

- Perdóname...no debí hablarte así.

El duque insistió.

- No te preocupes...esperaba que me hablaras así...heredaste mi carácter...eres duro cuando te lo propones...y no puedo más que asumir...que tienes razón...

- No sigas...-suplicó Terry.
- Tengo que hablar...tienes que escucharme por última vez. Por primera vez estoy de acuerdo contigo...te he hecho muy infeliz, por tratar de resguardar el apellido...y lo único que conseguí...fue que me odiaras...y no estoy dispuesto a aceptar que me devuelvas mi apellido, porque es tuyo…porque llevas mi sangre…y eso nada ni nadie lo va a cambiar, hijo mío…

Terry comenzó a llorar.

- No hables más, te lo ruego…
- Tienes que escucharme, hijo..te suplico…no te quites el apellido Grandchester. Quiero que tus hijos lo lleven y saber que no lo desprecias…Terry…

El muchacho se inclinó.

- Es la primera vez que me llamas Terry en mucho tiempo...
- Sí, Terry...mi hijo mayor...¿sabes algo? Estoy orgulloso de que seas actor como tu madre...traté de evitarte que continuaras así pero...me negaba a mí mismo el estar orgulloso de mi propio hijo...perdóname por haberte hecho tanto daño, Terry...lástima que...ya no tengamos tiempo para recuperarlo...

- Papá...-dijo Terry inclinándose.

- Necesito...que me des tu perdón...por favor, Terry...
- No te vayas...todavía podemos intentarlo...
- No, hijo...lo que menos tengo es tiempo ahora...el aliento se me va...y sólo espero escuchar de ti que me perdonas...por favor, quiero que me oigas...quiero que vuelvas con ella, con Candy. Ella es una buena muchacha y te ama. La conocí en el colegio cuando fui a ver a la rectora. Ella me pidió que no coartara tu libertad. Y no le hice caso...cuando la veas, pídele que me perdone también...y hazla feliz.

"Si tú supieras, padre, que justo ahora se acaba de ir..."

- Sólo quiero saber algo- preguntó Terry- ¿qué tiene que ver contigo Victoria Brownwood?

El duque respondió.

- Intenté pagarle para que te distrajera de tu carrera de actor...pero creo que todo salió mal.

- Bastante mal...por su culpa Candy se ha marchado y voy a ir a América de vuelta a buscarla.
- Hazlo, hijo...y de paso, habla con tu madre y pídele en mi nombre que me perdone también.
- Papá...sí...te perdono...-soltó el muchacho reclinado sobre la mano del duque.
- Ahora...de mis bienes...-empezó, pero el muchacho no lo dejó terminar.
- No quiero nada material...-señaló Terry.- Puedes dejar tus bienes a mis hermanos como te plazca...
- Eres mi hijo mayor y te corresponde...ya hablé con el notario y todo está ya repartido. Te he dejado la villa de Escocia y algunas acciones.
- Gracias- dijo Terry- la villa de Escocia tiene un valor muy especial para mí. Quiero hacer con ella algo muy importante.
- Está bien...es tuya, Terry. Pensaba dejártela a ti. Y por cierto...te regalo también a Eleonor, la yegua.
Ya se la regalé a Candy…

Luego le pidió que se acercara para hablarle más cerca.

- Dile...a tu madre...que ha sido la única mujer a la que he amado realmente...que me ha dado un hijo maravilloso...-soltó el duque con voz entrecortada.

Terry se inclinó de nuevo. El duque se fue debilitando hasta apretar la mano del joven actor y luego soltarla lentamente.

- ¡Doctor!- gritó Terry.- ¡Venga enseguida, por favor!

El doctor entró, revisó el pulso del duque y dijo al joven:

- Lo siento, Terruce...

El muchacho se recostó en el pecho de su padre y lloró tan sólo unos momentos. Por un instante no pudo pensar en Candy. Pero su dolor era aún más intenso. Acababa de perder a su padre y le dolía aquella pérdida aún más porque no tuvieron tiempo de reparar el daño que había sufrido su relación. Pero ahora sabía que la culpable de la partida de Candy había sido Victoria Brownwood...


-
Cap. 12
Candy se levantó temprano. Había orado intensamente toda la noche. En la mañana ya se encontraba despejada y trató de dar unos pasos más. La señora Leonard le dijo:
- No te esfuerces…tienes que descansar.
- Me siento bien, sólo fue un pequeño raspón.
- No lo creo…te duele aún para caminar.
- Le prometo que estaré bien. Le agradezco mucho que me haya dado un lugar para dormir. Ahora debo irme a América. El hospital donde trabajo me espera…
- ¿Todo bien?- comentó la señora intrigada.
- Sí, señora- respondió Candy, afablemente.- Ya me siento mejor…
Su mente estaba lejos. No quería pensar ahora en nada. Tan sólo en su vuelta a América. Pero el dolor que sentía era aún mayor, así que, para paliarlo un poco, decidió ayudar a la señora a hacer el desayuno.
Horas más tarde ya se encontraba el South Hampton. Esta vez, quizás, su salida de Londres sería totalmente definitiva.

Terry tuvo que quedarse en la mansión Grandchester, porque al día siguiente fueron las exequias del duque. Era el que realmente llevaba el dolor en el interior. Los demás sólo fingían. Y eso le dolía mucho más, puesto que, a pesar de que siempre había dicho odiar a su padre, no consideraba justo que ahora que estaba muerto, todos se comportaran como si nada hubiera pasado.
Estaba ya harto de aquel espectáculo hipócrita de tanta gente que sólo había ido para cubrir las apariencias.
Caminó entre las personas, siguiendo solamente sus pensamientos. Luego escuchó casi sin querer el comentario de dos mujeres que hablaban entre sí:
- Dicen que es actor…siempre le demostró rebeldía al duque…un verdadero desastre- comenzó una.
- Sí…dicen que es hijo de una actriz americana…supongo que una mujer de mala reputación…
Eso fue el colmo para Terry. Se acercó a ella y les dijo:
- Discúlpenme, señoras pero…si estoy aquí es solamente por la memoria de mi padre, quien a pesar de todo, me quiso. Así que todas ustedes pueden guardarse sus venenosos comentarios y háganme el favor de no hablar de mi madre en mi presencia, ¿quieren?
Las mujeres lo miraron y se apartaron. El pobre Terry sintió que ya nada tenía que hacer en ese momento. Habló con el notario y éste le dijo:
- No te preocupes, Terruce, yo me encargaré de llamarte para la lectura del testamento.
- Le enviaré una carta para que se lea el testamento sin mi presencia. Sólo notifíqueme de lo que tenga que ver conmigo, por favor.
- Te lo haré saber. Ve tranquilo…
- Gracias…
Terry salió del sepelio y se encaminó hacia el exterior.
“Hoy mismo saldré para South Hampton, Candy…”
Abordó el primero coche que lo llevaría de vuelta al hotel y ahí encontró a Elisa Leagan.
Terry sonrió molesto.
- Me extraña que no te hayas presentado en el sepelio de mi padre.
- No fui porque pensé que querrías estar solo, por eso vine a buscarte aquí.
- ¿Qué quieres ahora?- preguntó.
- Decirte que hiciste bien en dejar que Candy se marchara de una vez por todas…
- ¿Y tú cómo sabes que Candy se marchó?- indagó molesto Terry.
- Fui a la casa Winchester y ahí Annie y Patty me dijeron que Candy se marchó. Supongo que te diste cuenta ya de la clase de mujer que es…
Terry no pudo soportar más y le dio una bofetada a Elisa.
- Tú y todas las mujeres que son como tú me enferman- repuso Terry.- Creo que deberías recoger lo poco de dignidad que te queda y largarte de aquí y sobre todo, no volverte a cruzar nunca más en mi camino.
Elisa se sintió ofendida.
- ¿Cómo te atreves a hablarme así?
- Me atrevo porque sigo sin entender por qué me buscas a pesar de que sabes que te detesto enormemente.
La hija de la familia Leagan se marchó inmediatamente.
Aquella tarde Terry se quedó en su habitación pensando en Candy. Entrecerraba los ojos y recordaba la noche anterior. Imaginaba entonces que ya nada podría separarlo de Candy. Pero ahora tenía que ir por ella y tratar de explicarle lo sucedido.
Comenzó a imaginar que juntos avanzaban hacia el altar…soñó con Candy, vestida de blanco, escuchando la marcha nupcial mientras escuchaban las palabras del párroco que los convertía en marido y mujer ante Dios.
Y luego aquella noche, convertirse en dulces amantes para descubrir entre las sábanas los secretos de dos esposos que querían reconocerse y entregarse totalmente para pactar en adelante un vínculo perfecto de amor que los mantuviera unidos para siempre.
“Ese es mi gran anhelo, Candy…ser siempre tuyo…y tengo miedo de perderte definitivamente. Dame tiempo…sólo un poco más…¡cómo quisiera que estuvieras aquí, conmigo…ahora me haces tanta falta…y yo quisiera estar ahora entre tus brazos…bebiendo de tus hermosos ojos esa luz que me tranquiliza…degustando en tus labios el sabor de tus besos…la ternura de tus caricias…el calor de tu cuerpo…la fuerza de tu alma…ay, Candy, ¿cuándo te volveré a ver, mi amor?”

Pasaron ya tres meses.
Terry acaba de terminar una temporada en Broadway. El tiempo se le hizo eterno. Cada día que ha transcurrido ha sido para él una condena. Siente que su carrera no ha despuntado totalmente como a él le hubiera gustado. Sin embargo, hace todo lo que está en sus manos por dar lo mejor de sí en el escenario.
A pesar del dolor que siente por haber perdido a su padre, el amor de su madre que en ocasiones le envía alguna misiva llena de calor su soledad.
Después del escándalo de Victoria Brownwood, ya no hubo actriz con la que a Terry se le vinculara sentimentalmente. Para todos, Terry era ahora un hombre solitario.
Dejó la bebida definitivamente. Cada vez que pensaba tomar una copa, sentía un frío desolador. Y sabía que no encontraría en el alcohol el remedio de la tristeza que lo agobiaba. Además, una fuerza interna lo ayudaba a evitar volver a beber; como si alguien muy lejos esperara por él y a la distancia le aconsejara no hacerlo. Y ese yo interno obedecía irremisiblemente.
Envió un par de cartas al hospital Saint Joseph. No recibió ni una sola respuesta. Por un momento pensó que ya no debía seguir escribiendo y no envió la última. Fue a casa de su madre y dejó la carta en uno de los cajones. Ahí, en el olvido de aquella casa, quedó su último intento de recuperar a la mujer que amaba.

En América, la jefa de enfermeras del hospital Santa Juana sigue revisando los expedientes de los pacientes de pediatría.
- Lo siento- decía a una de sus enfermeras a cargo- el pequeño del cuarto 100 no ha comido bien. Tiene que hacerlo durante una semana más. Son órdenes del doctor Hudson. Así no se le puede operar.
- Está bien, señorita Candice- dijo la joven enfermera.
Ella asintió y se dispuso a ir a otro pasillo tan sólo a hacer la inspección de rutina.
Al llegar cerca de su habitación sintió un ligero desvanecimiento. Una de sus pupilas la detuvo en la puerta.
- ¿Se siente bien, señorita White?
- Sí- señaló Candice- no se preocupe, Natalie…fue solamente un pequeño descontrol. Nada de cuidado.
- Trabaja usted mucho estos últimos días. Debería tomar un descanso. Es mi humilde consejo- observó la enfermera.
- Gracias por preocuparse- sonrió Candice- lo tomaré en cuenta.
Fue precisamente a donde se encontraba el doctor Hudson.
- ¿Se puede?
- Adelante.
- ¿Me mandó llamar?
- Sí- señaló el doctor Hudson.- No es la primera vez que lo hago, así que ya debe suponer cómo me molesta que no venga inmediatamente.
- Discúlpeme…es el exceso de trabajo.
- Últimamente, señorita White, absorbe responsabilidades que no debería. La veo realmente muy pálida.
Candice negó.
- Ya le he dicho…es exceso de trabajo solamente.
- Está bien…es por eso que quería hablarle. A partir de este momento, puede tomarse vacaciones durante algunas semanas. En cuanto se reponga puede reincorporarse.
La jefa de enfermeras se alegró.
- Muchas gracias, doctor…realmente se lo agradezco. Creo que sí lo necesito.
- Entonces, no se hable más- dijo el doctor.- Le voy a extender el permiso correspondiente.
Candice salió de la oficina y se apresuró a preparar sus cosas. ¿Su itinerario de vacaciones? El Hogar de Pony. Había enviado una misiva contando que estaba bien pero no había vuelto a verlas desde hacía meses. Quería ayudar a la señorita Pony y a la hermana María. Los chicos más grandes hacían mucho por ese sitio, lo que conseguía que ya no fuera tan difícil el sostén de esa santa casa.
Pero ella aún recordaba a Terry. No había podido dejarlo de lado, mucho menos ahora que estaba cansada y que necesitaba respirar aire puro del campo. Era el momento justo para dejar que su pensamiento la llevara unos instantes al lado del joven actor.
“¿Cómo estarás, Terry? No sé mucho de ti…sé que tuviste temporada en Broadway pero…hace un mes que no hay noticias de ti en los periódicos. Seguramente estás descansando. Te lo mereces…ojalá que tengas la oportunidad de volver a tu casa en Londres y disfrutar de la vida que debes llevar por ser el hijo del duque de Grandchester. “
Las lágrimas brotaron levemente pero algo le decía que no eran de dolor. Eran más bien…de esperanza…

En cuanto pudo, preparó todo para salir de Chicago. Era momento de liberar la mente y el corazón. Quería estar al lado de sus grandes amigos. De sus dos madres, del recuerdo de lo que fuera su primera infancia.
Seguramente habría chicos nuevos…quizás más de dos habrían sido adoptados. Eso era bueno…muy bueno para todos ellos.
Justo cuando se iba, una de sus enfermeras a cargo le llevó una nota.
- Señorita White…llegó hoy esta carta para usted. Aprovecho para entregársela y para pedirle que se cuide mucho y no deje de escribirnos.
- No te preocupes, Valerie- sonrió Candice- en cuanto pueda les enviaré una nota. Muchas gracias.
- De nada, señorita. Cuídese mucho…
En cuanto Valerie se marchó, Candice revisó el sobre. Era de Eleonor Baker. Dudó…pensó en no abrirla pero…la ansiedad la mataba.
Candice abrió la carta y comenzó a leer:
“Candice…te envío esta carta para saludarte esperando que te encuentres bien. Me he enterado de lo que pasó con Terry…y quiero que sepas que está muy preocupado por ti. Quiero también decirte que Terry lo ha pasado mal últimamente. En cuanto terminó la temporada, se marchó a vivir solo y no me gusta su forma de llevar su soledad. Perdió a su padre hace tres meses. Por eso no fue a buscarte, pero estaba decidido a alcanzarte el día que te perdió. Te anexo en el sobre la última carta que Terry te escribió pero que no se atrevió a mandar. En uno de los libros que llevó cuando fue a verme, estaba esta carta. Él no lo sabe pero yo la envío hoy esperando que la leas, como no has hecho con las anteriores. Tú tienes la última palabra. Pero quería que supieras que mi hijo no te ha olvidado…saludos, Eleonor Baker.”
Candice tembló.
“Si supiera, señora Eleonor, que yo tampoco he olvidado a Terry…sé que volvió a América para la temporada…pero no sabía que había muerto el duque de Grandchester…sus otras cartas no lo dicen…y también debe ser que por el momento no ha hablado con su madre…¿por qué? ¿Qué dirá la última?”
Se decidió a leerla. Pensó que nada perdía con hacerlo.
“Candy…mi amor…te sigo llamando así porque no veo por qué no puede ser…tú y yo seguimos conectados a través del tiempo y la distancia…sé que donde estás debes recordarme quizás alguna vez. Quisiera que entendieras que todo lo que te hubiera dicho esa mujer fueron mentiras…que mi amor por ti no ha cambiado nada…que te sigo amando como el primer día…es más…mucho más que el primer día…porque tú y yo no somos solamente un recuerdo…somos un hombre y una mujer que se han entregado y desean volver a verse…lo sé…”
Candice derramó un par de lágrimas.
“Si supieras, Terry…si supieras…”

El viaje fue largo y un poco desgastante. Pero por fin estaba de vuelta en el hogar. Sus pasos la llevaron con cuidado hasta la colina donde iba a volver a ver a la gente que tanto quería.
El senderillo que la llevaba hasta el hogar se iluminaba con los primeros rayos del sol que se colaban entre los árboles.
El aire puro se adentraba en sus pulmones con fuerza. Eso la hacía sentir muy feliz y llena de vida.
Llegando ahí encontró a la hermana María y a la señorita Pony, sonriéndole desde la ventana.
- ¿Candy?- preguntó la hermana María.
- Soy yo, hermana- dijo Candy.- Aquí estoy…
Su sonrisa fue evidente. Sin embargo, cuando las vio y las sintió cerca, no pudo contener el llanto.
La hermana María presentía que algo no muy bueno había sucedido en la vida de Candy.
Ella entró lentamente…quería reconocer cada parte de la pequeña casa como si hubiera pasado mucho tiempo sin verla…quizás para evitar tener que encarar a la hermana María.
- No ha cambiado nada- dijo Candy sonriendo forzadamente.-
- Candy- comenzó la hermana María.- Mírame a los ojos…tú nunca has sabido mentir. Contéstame con la verdad…¿qué ha pasado en Londres?
Candy bajó la mirada. La hermana María insistió.
- Cuéntame todo, ¿quieres?
Y aquella tarde, Candy le refirió a la hermana absolutamente todo lo que llevaba sobre sí.
- Entonces, tú…
- Sí, hermana María…
- Pero…¿estás segura?
- Por supuesto…todavía hace un par de días lo dudaba pero…ahora ya no…
- ¿Y qué piensas hacer?
- Aún no sé realmente pero…no me quedará más que salir adelante…ya lo verá.
- Y nosotras te apoyaremos en todo lo que decidas.
- Gracias, hermana María…
El resto de la tarde leyó, jugueteó con los chicos del hogar y en la noche se dispuso a contestar la carta de Eleonor Baker.
- Por favor, Dios mío…que no la muestre a su hijo…algo me dice que no lo hará…

Terry había viajado mucho. Pensó que quizás estaría en su casa. Sí…quería averiguar sobre Albert. Así que tras haber viajado lo suficiente y no avisar a nadie, llegó a la casa de los Andrew.
Archie lo vio y lo recibió secamente.
- No puedo decir para nada que me alegra verte…pero aún así…hola.
- Hola, Archie- comenzó Terry cabizbajo.- Dime…¿se encontrará Albert?
- ¿Has venido desde Broadway para verlo?- insistió Archie.
Terry asintió con la cabeza.
Archie movió la suya negativamente.
- Lamento decirte que se marchó ya a África. Pero curiosamente nos dejó una nota para ti.
- ¿Para mí?- preguntó Terry, azorado.
Archie se la entregó enseguida.
“Terry…me despido de ti a través de esta carta…quizás pase mucho tiempo antes de que volvamos a vernos. Dale mis cariños a Candy, supongo que cuando leas esta carta estarán ya juntos. Lamento no haberme podido despedir de ella. Tenía que ir al hospital y no pude buscarla antes. Pero tú me harás el favor de despedirme de ella. Les prometo que los veré quizás en la primavera. Supongo que fue difícil para ti lo de la pérdida de tu padre…mis condolencias. En cuanto a Candy, cuida mucho de ella en la medida de lo posible y hazla feliz. Tu gran amigo: Albert W. Andrew”.
Terry tenía los ojos totalmente humedecidos.
- Si tan sólo supiera cómo verla. He mandado mil cartas al hospital…y ninguna me ha respondido.
- Será porque no quiere verte- dijo Archie, incisivo.
Terry se volvió para mirarlo y le espetó.
- Dime, Archie…¿tienes alguna idea de dónde está Candy?
Archie negaba.
- No…y si lo supiera tampoco te lo diría.
- ¡No seas idiota! Llevo mucho tiempo buscándola…
Annie llegó inmediatamente.
- ¡Archie! Candy está en el…
Terry se volvió hacia Annie.
- ¿Qué has dicho, Annie? ¿Dónde está Candy?
- Yo…este…
Terry la tomó por los hombros y casi la sacudió. Archie lo detuvo.
- ¿Qué haces?
Terry volvió la cabeza y dijo dolorido.
- Te lo suplico, Annie…dime dónde está Candy…
Annie respondió.
- Lo sé pero…te lo diré, sólo si me prometes no ir a buscarla inmediatamente.
- ¿Por qué?
- Porque…ella no querrá verte. Si no me lo prometes no te lo diré.
Terry asintió.
- Está bien…te prometo que no iré corriendo a buscarla…pero no la dejaré ir así como así…algo se me tiene que ocurrir para convencerla. Anda, dime…te prometo que no iré corriendo tras ella por ahora…
Annie asintió.
- Te lo diré entonces…
 
Top
view post Posted on 6/2/2017, 11:26
Avatar

Image and video hosting by TinyPic

Group:
Administrator
Posts:
2,662
Location:
Ecuador

Status:


Poniendome al dia amiga me encantaron los capis ;)
 
Web  Top
1 replies since 4/6/2014, 05:37   96 views
  Share