SUEÑOS DORADOS Y ESMERALDAS
Cap. 1
Este invierno ha sido más crudo que cualquier otro en mi vida…incluso más frío que cuando fui a buscar a mi madre a América y recibí por respuesta…tan sólo un gélido llanto y una negativa…”Nadie debe saber que eres mi hijo…” apenas podía creer que eso me estuviera pasando…primero el dignísimo duque de Grandchester me mira como si fuera un bastardo, tan sólo por causa de ser hijo de una mujer americana…y luego ella me despreciaba cual si se hubiera tratado de un mendigo sucio y harapiento. Pero…¿por qué estoy pensando en estas cosas tan desagradables?...Será porque gracias a él tengo que volver tan sólo por una estúpida reunión. ¿Cuántas veces dije que iba a dejar de lado completamente el apellido Grandchester?...Muchas, según creo. Y lo hice en su momento…sin embargo, el hecho de que el duque esté enfermo cambia todo.
Sé que las cosas con él nunca han estado bien…nunca entendió que yo quisiera ser actor como mi madre. Sólo le importaba el maldito honor de la familia. El apellido que dice llevar con sumo honor…”al diablo con el honor…” recuerdo haber dicho aquel día en que…en que cambié mi estancia en el colegio por su tranquilidad…ella…la mujer que amé desde el primer momento en que la vi…a la que nunca pude olvidar…a pesar de los desenfrenos, la bebida, el teatro…las mujeres…mi ángel perdido en la neblina de Chicago y Nueva York…la que se llevó entre sus blondos rizos y en sus ojos de esmeralda mi verdadera felicidad…y que ahora…sabrá Dios en brazos de quién esté…debe ser ya una mujer…y quizás debe tener la felicidad que yo no pude darle por mi ceguera y mi incapacidad de decir que no. ¡Me he maldecido mil veces por eso! ¿Y por qué? Porque no le cumplí la promesa que le hice. Sin embargo…ahora…¡ya qué importa!
Reunión que se organiza en la alta sociedad, reunión donde aparece su nombre en la lista de invitados; seguramente aprovecha para ir después de todo lo que tuvo que sufrir en la vida…es su momento quizás de lucirse como dama de sociedad. Y me parece que ahora sí está aprovechando su pertenencia a la familia Andrew…¡qué bien! Que de algo le sirva a ella el apellido, cuando a mí el mío me ha servido solamente para ser más infeliz.
Sin embargo, sólo porque el duque exigió mi presencia es por lo que he decidido ir a esa reunión en Londres. Pero que ni crea que volveré a hacerlo. No quiero tener ya nada que ver con la odiosa familia cuyo apellido he llevado pesadamente durante tanto tiempo.
Le enviaré una carta a Victoria cuando llegue. Así me la pasaré menos terrible…cuando la he necesitado me hace divertirme con ella, aunque el aburrimiento siga igual de grande. Y ella…Candice seguramente estará ahí…aunque creo que ni siquiera me notará. Dicen por ahí que ha tenido que ver con su tutor…yo no he querido creerlo pero…al ver su nombre en la lista, no puedo menos que pensar que es así…¡y yo que creí que dedicaría su vida a ayudar a los demás! Pobre…tal vez estoy siendo egoísta…¿yo qué hice? Dedicar mi vida al teatro y después ¿qué? Vivir disipadamente…si hubiera estado con ella, seguramente mi vida habría sido muy distinta. Pero no voy a lamentarme ahora…no serviría de nada.
Por fin…camino al centro de Londres…¡con las malditas ganas que tengo de estar aquí! El frío no es tan crítico pero el clima en sí mismo tampoco ofrece mejores expectativas. Por lo menos este libro de teatro es un consuelo para mí…Romeo y Julieta…trae recuerdos tan tristes para mí y a la vez tan hermosos…ella lo encontró y me lo devolvió…y por esta obra…justo tras esta obra…la perdí para siempre…para siempre…eso suena terrible si yo fuera más sensible…aunque creo que hay momentos en que sigo siéndolo…los sentimientos me traicionan…¡maldita sea! ¿Qué hago yo pensando en esa señorita ahora?
¡Qué viaje! Recorrer medio Norteamérica para llegar a hasta el puerto y viajar a Londres…Londres…tanto tiempo sin venir. Cada vez que Albert me ha invitado a las reuniones yo nunca voy…será quizás porque…no quiero encontrarme con él. Él prometió que cambiaría de vida y sin embargo…han pasado en su vida tantas cosas. Ha pasado también ya tanto tiempo y yo no quiero interferir. Y aunque yo sepa mucho sobre él y sus cosas, no quiero intervenir…seguramente ya me olvidó. Ha habido ya otras mujeres en su camino, que quizás yo fui solamente un viejo recuerdo. Es mejor así…
Yo misma me pregunto cómo es que vendré a esa reunión si había prometido no hacerlo. Será quizás solamente por tratarse del cumpleaños de Albert. Veré a Annie, tengo tanto mucho tiempo sin saber de ella; también estarán ahí Archie; quizás Patty también. Sé que Albert es consciente de las dificultades que tengo ahora para desplazarme hasta Europa y precisamente en este tiempo. El ser jefa de enfermeras en el hospital St. Joseph es algo muy absorbente y demandante. Hace tantos años jamás me hubiera imaginado que llegaría a serlo. Mary Jean no me auguraba un buen futuro como enfermera. Y la mismísima tía Elroy no estaba de acuerdo con que yo lo fuera. Era una mancha en el honor de la familia…pero Albert no pensó así y se ha sentido siempre muy orgulloso de mí.
Sé que la gente de la ciudad ha llegado a decir que hay algo entre él y yo…quizás por la edad pero…sólo él y yo sabemos que no es así. Es más que un hermano para mí…porque el único hombre al que amaría sería Te…me da miedo incluso nombrarlo porque su sólo nombre genera en mí una ansiedad pertinaz que me impide pensar en alguien más. No he podido fijarme en ningún otro hombre que me haya pretendido…no podría. Sería una gran traidora a mis propios sentimientos. Y muchas veces me culpo de ello. En otras he considerado cobardía el no poderlo olvidar. Pero no puede ser de otra manera. Y aún así, jamás lo buscaría de nuevo. No importa que el resto de mi vida no vuelva a verlo. Será mejor que jamás nos volvamos a encontrar…sus decisiones no han sido las más acertadas pero ya no seré yo quien lo guíe. Ojalá que un día descubra que la vida que él mismo me hizo valorar en su momento está ahí, esperándolo, dispuesta a ayudarlo a encontrar la felicidad que buscaba; aunque yo pueda aseverarme diariamente que yo habría conseguido hacerlo muy feliz…
Quizás esté ahí…siempre está en las listas de invitados de las reuniones de sociedad. Aprovechando que es el heredero del duque de Grandchester debe estar presente en ellas. Baile, diversión, mujeres, bebida. Todo lo que quizás él estaba acostumbrado a conocer y admirar…tal vez ese sea el destino que él eligió para sí mismo. Y por eso yo no estoy ni estaré en él nunca más…
Castillo Winchester
Las luces del castillo se encontraban totalmente encendidas e iluminaban con rayos brillantes e intensos las paredes del castillo donde se desarrollaría aquella reunión tan especial.
El gran salón estaba repleto de gente. Todos ellos pertenecían a nobles familias londinenses, así como a representantes de las familias más prominentes de Norteamérica que provenían de Europa y que tenían en sus manos el control y poder de muchas empresas del Nuevo Continente. Por esa razón, tenían suficiente capital con el cual intimar y departir con la gente de Londres más prominente y destacada de la sociedad.
La familia Andrew no era la excepción. Y la reunión que estaba por desarrollarse era el pretexto perfecto que había encontrado uno de sus miembros para festejar su cumpleaños. Y precisamente en esta ocasión esperaba impaciente que dos de sus mejores amigos no faltaran a la misma.
La mejor bebida y la mejor comida eran uno de los fuertes de la organización de dicha fiesta. Pero lo más preponderante era la lista de invitados que el mismo anfitrión en persona se había encargado de enumerar y ordenar. Lo había hecho con la esperanza de que estuvieran sus más allegados y las personas más queridas por él; las que verdaderamente lo apreciaban y se alegraban de volver a verlo.
La danza comenzó. El destello de las luces era cada vez más relumbrante, dibujando en los rostros de las mujeres un brillo afrodisíaco y encantador. Los caballeros podían sentirse afortunados de poder presenciar aquel paradisíaco espectáculo. Unos y otras comenzaron a dibujar líneas serpenteantes que iban de un lado al otro del piso de aquel inmenso Olimpo iluminado.
De pronto, una joven dama de blondos cabellos rizados y mirada verdosa caminó débilmente entre la gente, buscando al parecer al anfitrión de la reunión.
Una joven de cabello negro la encontró antes de que ella pudiera llegar a su destino inmediato.
- ¿Eres tú?- preguntó ella.
La joven rubia sonrió con los ojos inundados de lágrimas y tratando de contener el llanto, se acercó y saludó fraternalmente a la otra.
- ¡Annie! ¡Qué felicidad volver a verte!
La de cabello negro se sentía también profundamente feliz de reencontrarse con aquella muchacha y sin más preámbulo, se la llevó para ir a saludar a los conocidos comunes.
Un rato más tarde, llegó un joven caballero de cabello castaño, vestido en un traje azul con una mirada tan profunda como el cielo y tan enigmática como el mar. Avanzó del brazo de una joven de cabello castaño claro y talle delicado pero mirada retadora y caminó como buscando algo entre la gente.
- ¿Crees que esté por aquí?- preguntó ella.
- Seguramente- respondió el joven noble.- No tardaré en encontrarlo. ¿Podrías esperarme un momento aquí?
A ella no le hizo mucha gracia y añadió:
- Está bien, pero no tardes mucho.
- No tardaré, te lo aseguro.
Avanzó despacio, tratando de no desviar su mirada. ¿A quién buscaba? Al anfitrión de la fiesta. Y de paso tratando de no encontrar específicamente a alguien conocido.
Sin embargo, encontró a un joven de tez apiñonada. Era Archibald Cornwell.
- ¿Eres realmente tú?
- Si crees que soy quien realmente soy, estás en lo cierto.
- Me alegra que hayas venido. –comentó Archibald.-
- ¿Fuiste tú quien me invitó, verdad?
- En parte…fue el abuelo William realmente nos invitó a todos…como en las otras ocasiones.
“El abuelo William…abuelo es un decir. Tengo entendido que no es tan viejo, aunque, a comparación de nosotros, es mucho mayor. Sin embargo, apenas puedo creer que ella se haya involucrado sentimentalmente con él…es totalmente inconcebible…”
- ¿En qué piensas?
- En nada…para mí es un gusto volver a verte, Archie…
¿Archie? Lo llamaba igual que hacía tanto tiempo…para él era solamente un estúpido americano. Pero quizás el tiempo lo había hecho madurar un poco y aquella forma de tratarlo había desaparecido.
- Ven a tomar una copa con nosotros.
- Quería ver primero a alguien más…
- Quizás lo veas en un rato…ahora ven, por favor.
El joven caballero abandonó temporalmente aquel lugar en busca de su acompañante pero cuando reparó en ella, la muchacha ya se encontraba bailando con alguien más.
“Debí imaginarlo”- pensó para sí. Sí, Victoria era siempre así, dispuesta a divertirse y pasarlo bien sin importarle nada más.
Sin embargo al joven castaño poco le importó que su acompañante estuviera ocupada. Él había encontrado un momento para distraerse un poco.
“No había pensado beber…no ahora…eso no ha arreglado mis problemas para nada…sólo los ha recrudecido. Sólo ha conseguido verter en mi alma el veneno de la tristeza y la amargura. Además, prometí que no bebería en un buen tiempo. Tengo que estar sobrio para las últimas temporadas. Sólo una copa. Algo me dice que será un buen augurio…”
El joven castaño comenzó a beber amenamente en compañía de Archibald hasta que él recordó que tenía que verse con alguien más.
- Lo siento, discúlpame un momento. Sigue disfrutando de la fiesta.
- Gracias, Archie.
Archibald se marchó mientras una joven ojiverde de cabello rubio se aproximaba por otro de los salones principales. Una mujer la abordó temporalmente.
- Querida Candice White Andrew…lamento que no hayas venido a otras reuniones pero creo que ésta será memorable para todos. Dime…¿todavía te dedicas a ser…enfermera?- preguntó esa mujer con visible afectación.
“Enfermera…lo dice como si se tratara de un pecado…¿por qué todos lo ven así? Sólo mis amigos están de acuerdo con eso…lamento tanto que el resto de la gente no pueda comprenderlo…”
- Sí, señora Winchester- repuso la rubia- todavía soy enfermera, aunque hoy decidí venir a esta reunión, en vista de que se trata del cumpleaños de mi benefactor.
El gesto de la señora Winchester fue de ironía.
- Claro…te preocupas mucho por él, ¿cierto?
La joven rubia decidió no sentirse ofendida por aquellas palabras, pero no podía dejar de sentir un dolor que aguijoneaba su dignidad.
- Lamento que usted lo diga en ese tono, señora…
- Oh, querida, no seas tan orgullosa. Sabes que tu presencia ha sido esperada durante mucho tiempo, y ahora que vienes se te cuestionará mucho. Sin embargo, no te llamé para eso. Ven, quiero que conozcas a alguien que tiene mucho tiempo de no venir.
Ella avanzó con pies de plomo, sintiendo que su cuerpo pesaba enormemente y cada paso se le dificultaba más. Los pasos fueron cada vez más lentos, hasta que cierta visión pareció clavarle ambos pies al piso con clavos de acero.
- Querida Candice, te presento nada menos que al joven hijo del duque Richard Grandchester…Terruce…te presento a la señorita Candice White Andrew. Siempre quise presentarlos pero no había habido oportunidad…
Las miradas fueron profundas y quemantes. El joven tomó la iniciativa.
- Señorita Andrew- dijo él ceremoniosamente, con una opresión en el pecho, producto de una emoción contenida- es un verdadero honor conocerla…mi nombre es Terruce Graham Grandchester…
Ella demostró también una opresión que conseguía que sus ojos verdes se convirtieran en perlas turquesa, temblorosas y quebradizas. Contuvo la respiración un segundo y respondió:
- Un gusto conocerle, señor Grandchester- evitando soltar las lágrimas.
“Eres tú…de nuevo…después de tanto tiempo…”- pensó él para sí. – “Según veo estás aquí…quizás no es la primera vez que vienes…estás…más hermosa que nunca…el tiempo se ha encargado solamente de dotar tu persona de una belleza extraordinaria…¿cómo me verás a mí ahora?”.
