| Cap. 50
Barnabas
Desde el día que me di cuenta que Victoria sentía lo mismo por mí, ya no pude pensar en nada. Lo único que quería era volver a encontrármela para poder aprisionarla entre mis brazos.
La sensación voluptuosa del cuerpo de Angelique había desaparecido dejándome una ansiedad pertinaz. No podía consolarme con nada que no fuera la dulce mirada de Victoria y la promesa de su amor que parecía hacerse una realidad con mi imaginación.
Pero tuve temor. ¿Cómo saber si ella también era capaz de aceptar lo que sentía por mí y hasta qué grado?
Yo no quería dejar pasar ya más tiempo, porque sabía que lo que menos tenía era eso. Angelique no iba a quedarse esperando a ver qué era lo que yo haría para verme libre de su influencia. Yo estaba decidido a enfrentarla. Pero primero quería asegurar el amor de Victoria.
Afortunadamente para mí, Jeff no volvió en un tiempo. Y yo pude aprovechar para acercarme más a Victoria. Quería hacerle saber con mi pensamiento que ella era el único sujeto de mi amor y de mi interés.
Durante la fiesta lo había percibido, pero quería asegurarme de que ella fuera capaz de entregarse a mí. Era tan prudente y pudorosa. Sin embargo, podía adivinar veladamente una dulce seducción en su mirada…esas ansias ocultas de estar junto a mí.
Anduve dando vueltas por la casa. Aquella casa que había sido siempre tan mía. Sin embargo, ahora ya no parecía tan mía. Había tantas cosas que hacían notar que el tiempo había pasado y que yo ya no era más el amo y dueño de Collinwood. Ahora lo era la nueva familia…la nueva generación de los Collins que la habitaba. Por momentos, me sentía de nuevo en casa…y en otros, como un perfecto extraño.
Sólo ella era capaz de evitar que saliera corriendo o que determinara regresar al ataúd.
Pero como eso era demasiado cobarde y no estaba dispuesto a hacerlo, decidí que era mejor tomar al toro por los cuernos o en dado caso, pedir un buen consejo.
Entonces, me di cuenta que había alguien que podía darme la mejor ayuda: Carolyne.
Toqué la puerta de aquella jovencita. Ella se extrañó de que yo fuera donde ella.
- ¿Qué sucede, Barnabas?
- Es que…quería hablar contigo…pedirte un consejo.
- Vaya…eso es nuevo. En esta casa nadie quiere un consejo mío.
- Yo no soy así, y lo sabes. Recuerda que la vez anterior te pedí consejo respecto a mi vestimenta…
- Y respecto a Sweet Victoria también.
Sonreí.
- Tienes razón. Gracias a ti creo que tanto la fiesta como mi relación con ella no fueron un rotundo fracaso.
- ¿Y?
- Ahora…es ella de nuevo- le dije.
Carolyne insistió.
- ¿Qué quieres saber ésta vez? Porque lamento no ser experta en los gustos de Sweet Victoria…
- No pretendo tal cosa, Carolyne- repuse- es que…quiero saber qué tengo que hacer para convencerla de…
- ¿De qué?
- De…-hice una pausa. Me costaba mucho trabajo decir las palabras- de…cohabitar…
Carolyne se rió.
- Ah, ya veo…te refieres a tener…sexo…a…hacer el amor…
- Eso mismo- dije al fin, notando cómo ella daba en parte al clavo.- Pero no se trata sólo de sexo…para eso están las prostitutas…no. A lo segundo. Pero más profundo…es decir…hacerle el amor hasta conseguir…hacerla mía.
- Pues…¿qué tenías pensado?
- Regalarle una joya…pedir su mano, casarme con ella y…
- ¿Estás pensando en casarte y hasta después acostarte con ella?- dijo fríamente.
Yo me asusté un poco de su forma de hablar. Era demasiado para una jovencita.
- Lo dices así pero…sí…así es.
- Barnabas…Victoria está gritándote con los ojos que te la comas…que la hagas gemir…que le muestres lo que eres…¡y tú quieres casarte primero!
Volví a dudar.
- ¿Entonces…Victoria no quiere casarse?
- Supongo que sí pero…si quieres hacer caso de mi consejo, primero convéncela de acostarse contigo y luego ya vendrá lo otro. Aunque, conociéndola, creo que sería mejor que la convencieras de casarse contigo primero…
Me quedé peor que al principio. ¿Por qué no podía Carolyne hablar claro?
Entonces comprendí que esa chiquilla veía las cosas con demasiada modernidad.
Decidí que era mejor actuar de acuerdo a mi instinto.
Aquella noche, vi cómo Carolyne se escapaba por la ventana. Era tan rebelde pero era mi amiga y no le diría a Elizabeth. El hermano de ésta parecía estar demasiado bien acompañado. David dormía. Los criados no daban señales de vida.
Y Victoria leía en su habitación.
Puse una canción que me agradaba mucho:
Entonces vi cómo llegaba Victoria hasta mí, quizás atraída por la música.
Se detuvo en la puerta. La miré profundamente a los ojos.
- Buena noche, dulce Victoria.
La tomé de la mano. Su sonrisa y su tranquilidad me alegraron. Tomé su cintura con mis manos y bailé al ritmo de la música para luego volverla frente a mí.
- Dime, Victoria…¿me tienes miedo?
- No- dijo suavemente- es como si…me sintiera inmensamente atraída por ti…por favor…Barnabas…dime que no estoy loca. Siento unos deseos intensos de estar contigo…
Yo besé sus labios con locura y con lentitud la llevé hasta la cama pero antes de eso le dije:
- Victoria…no quiero estar a tu lado sin antes haberte prometido que te seré fiel hasta más allá de la muerte.
Entonces saqué una joya grande que había pertenecido a mi madre.
Victoria la miró extrañada.
- Barnabas…esta joya…
- Mi padre se la dio a mi madre en su noche de bodas…y yo quiero obsequiártela a ti ahora…ahora que será como nuestra noche de bodas.
Le mostré un hermoso vestido blanco. Ella comenzó a llorar.
- Barnabas…¿qué significa esto?
- Póntelo, por favor…y mirando la luna haremos nuestro compromiso de amor para luego…pasar la noche juntos…¿aceptas?
Ella dudaba pero al mirarme me percaté de que deseaba lo mismo que yo.
- Sí, Barnabas…
Y así, se vistió mientras yo la esperaba de espaldas. ¡Qué irónico! Pero debía respetar para que ella se sintiera cómoda, aunque después aquel vestido saldría de su hermoso cuerpo.
Así fue como, vestida como hermosa novia la llevé ante la ventana y le dije.
- Victoria…quiero ser tu esposo por siempre…quiero amarte toda mi vida…y en la muerte también…
Ella tomó mi mano y besándola añadió.
- Y yo quiero ser tu esposa ahora y por siempre…sin que nos separe la muerte.
Y la besé dulcemente. Y me permitió besar su piel…saborear su cuerpo…lentamente fue tomando posesión de su ser…de su corazón…jadeaba dulcemente…arqueaba sus brazos aguardando mis caricias con pudor…pero con un deseo aun reprimido.
Y así fue como también quedé tan sólo cubierto con el amor que le tenía…y que le tengo…y la aparté…luego tuve miedo.
- Temo que…pueda lastimarte…
- No lo harás…sé que serás tierno…¿verdad?
- Sí…
Y en ella estaba queriendo a Maggie, a Josette y a ella misma…eran todas las mujeres que había amado en una sola…se fundían en aquel cuerpo…y la amé despacio como me pedía…y también con algo de fuerza que no pude controlar. Ella me estrechaba y lloraba…dudaba y regresaba a mi regazo…
Al fin, la tuve…la hice mía. Ella se sostuvo de mí y soltó un gemido más que la hizo exhalar un suspiro y desplomarse en mis brazos. Pensé que la había lastimado pero no…era sólo el esfuerzo compensado por el placer…
La abracé con fuerza y la sostuve así durante toda la noche.
Victoria
Apenas podía creer lo que acababa de suceder…Barnabas y yo éramos esposos y habíamos estado juntos.
Aún pendía mi cuerpo de la fuerza de su pasión…aun permanecía mi piel erizada y estremecida por su contacto. Por un momento tuve miedo…como si temiera que me rompería en mil pedazos. Pero fue tierno y amoroso…dulce y apasionado…su amor me confundía y al final venció mi resistencia.
Me convertí en una mujer capaz de percibir sensaciones insospechadas.
¿Era así como debía sentir? ¿No sería demasiado?
No lo sabía pero lo que sí era cierto era que me agradaba aquella sensación.
- Barnabas- le pregunté.
- Dime…
- ¿Es esto el amor?
- Es seguro que sí…yo te amo, Victoria…con todo mi ser.
- Y yo a ti- le respondí.- ¿Crees que Elizabeth?
Pero calló mis labios enseguida.
- No digas más. Elizabeth sabe cuánto te amo y no duda de lo que siento por ti. Ahora…descansa un rato…esta noche de amor apenas está comenzando.
Y Barnabas bien sabía por qué lo decía.
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